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El metaverso cuatro años después del gran anuncio de Mark Zuckerberg: ¿una promesa tecnológica en pausa o un proyecto que aún se está reinventando?

metaversoCuatro años han pasado desde que Mark Zuckerberg sorprendió al mundo al anunciar que Facebook cambiaba su nombre a Meta y que el metaverso sería el eje central del futuro de la compañía. En aquel momento, octubre de 2021, el anuncio se presentó como una auténtica revolución tecnológica: una nueva etapa de internet que dejaría atrás las pantallas planas para dar paso a entornos virtuales inmersivos, tridimensionales y persistentes, donde las personas podrían trabajar, socializar, comprar y entretenerse como si estuvieran físicamente presentes.

Hoy, sin embargo, el entusiasmo inicial parece haberse enfriado. Zuckerberg apenas menciona el metaverso en sus apariciones públicas, los inversores ya no lo consideran la prioridad absoluta y Meta ha comenzado a recortar de forma significativa el presupuesto destinado a esta ambiciosa visión. La pregunta es inevitable: ¿el metaverso fracasó o simplemente atraviesa una fase de pausa estratégica mientras la industria tecnológica se reordena?

Del hype global a la cautela financiera

Cuando Meta presentó su hoja de ruta, el metaverso fue descrito como “la tecnología de las tecnologías”, una plataforma que integraría realidad virtual, realidad aumentada, inteligencia artificial, economía digital y redes sociales. Zuckerberg llegó a afirmar que este nuevo ecosistema movería cientos de miles de millones de dólares antes de 2031, y algunos analistas fueron aún más lejos, estimando que el mercado podría alcanzar los 800.000 millones de dólares ya en 2024.

Ese optimismo, visto desde el presente, parece haber sido excesivo. Los datos reales no acompañaron al discurso, la adopción masiva no ocurrió y los visores de realidad virtual no lograron convertirse en un dispositivo cotidiano para el gran público. En este contexto, Bloomberg reveló recientemente que Meta planea reducir alrededor de un 30% el presupuesto dedicado al metaverso, un ajuste que afecta especialmente a Reality Labs, la división encargada de los desarrollos a largo plazo como las gafas de realidad aumentada y los dispositivos de realidad virtual.

Incluso Andrew Bosworth, jefe de Reality Labs y uno de los ejecutivos más influyentes dentro de Meta, apenas menciona el metaverso en su balance anual. El término aparece casi como una nota al pie, algo impensable hace apenas un par de años.

¿Un proyecto abandonado o una reorientación inevitable?

Pese a los recortes y al menor protagonismo mediático, desde Meta insisten en que el metaverso no ha sido descartado. Fuentes de la compañía aseguran que se trata de una redistribución de recursos, no de un abandono. Parte de la inversión que antes se destinaba a mundos virtuales inmersivos ahora se dirige a tecnologías con mayor tracción comercial inmediata, como las gafas inteligentes con inteligencia artificial y los dispositivos wearables.

Esta explicación es compartida por varios analistas, quienes interpretan la situación como un proceso natural dentro del capitalismo tecnológico. Ekaitz Cancela, economista y codirector del Center for the Advancement of Infrastructural Imagination, sostiene que Meta no puede permitirse concentrar grandes sumas de dinero en proyectos a décadas vista mientras la competencia por dominar la inteligencia artificial se acelera a un ritmo vertiginoso. Empresas como OpenAI, Google, Anthropic o incluso xAI, de Elon Musk, están disputándose un mercado que promete retornos económicos mucho más inmediatos.

Desde esta perspectiva, el metaverso no estaría muerto, sino desplazado temporalmente por una prioridad más urgente: liderar la carrera de la inteligencia artificial.

La inteligencia artificial como nuevo eje del discurso

El cambio de narrativa en Meta es evidente. En lugar de hablar de mundos virtuales completamente inmersivos, Zuckerberg centra ahora su discurso en la IA, los chatbots avanzados y, especialmente, en las gafas inteligentes Ray-Ban desarrolladas en alianza con EssilorLuxottica. A diferencia de los visores de realidad virtual, estos dispositivos han logrado una mejor recepción por parte del público, al integrarse de forma más natural en la vida cotidiana.

Según explicó Zuckerberg en un evento corporativo reciente, el metaverso no depende de una sola tecnología, sino de la convergencia de tres: realidad virtual, realidad aumentada e inteligencia artificial. Bajo esta lógica, el avance en una de ellas impulsa inevitablemente a las otras.

Víctor Javier Pérez, especialista en industrias inmersivas, destaca que las nuevas gafas inteligentes de Meta incorporan elementos clave que también son fundamentales para el metaverso, como el análisis del espacio, la superposición de información digital sobre el entorno real y el reconocimiento de gestos mediante una pulsera neural. Todo ello permite pensar en un camino alternativo hacia el metaverso: no empezar por la inmersión total, sino por capas digitales cada vez más integradas a la realidad.

Un camino inverso hacia el metaverso

Para muchos expertos, el error inicial de Meta fue intentar que el público adoptara de golpe dispositivos complejos, costosos y poco intuitivos como los visores de realidad virtual. La estrategia actual parece apuntar a lo contrario: introducir gradualmente tecnologías inmersivas a través de dispositivos más familiares, como gafas, relojes inteligentes o asistentes de voz.

Las gafas Ray-Ban con IA representan un ejemplo claro de esta transición. Permiten tomar fotos, grabar videos, recibir información contextual y, en versiones más avanzadas, interactuar con pequeños elementos visuales superpuestos al mundo real. La pulsera neural, que traduce movimientos de la mano en comandos digitales, refuerza esta idea de interacción natural con la tecnología.

En este enfoque, el metaverso deja de ser un “lugar” al que se entra con un visor y pasa a convertirse en una capa digital permanente que acompaña a las personas en su día a día.

El papel clave de la IA generativa

Otro elemento que mantiene vivo el concepto del metaverso es la inteligencia artificial generativa. Estas tecnologías, responsables de chatbots como ChatGPT, Gemini o Claude, también están siendo utilizadas para crear entornos virtuales de manera más rápida, barata y personalizada.

Meta, de hecho, ha lanzado herramientas que permiten generar escenarios virtuales a partir de simples instrucciones de texto dentro de Horizon Worlds, su plataforma de mundos digitales. Esto reduce significativamente las barreras técnicas para crear experiencias inmersivas y sugiere que, aunque el público general aún no se haya sumado en masa, la infraestructura sigue evolucionando.

Mirando hacia la próxima década

Cuando Zuckerberg presentó su visión en 2021, dejó claro que el metaverso no sería una realidad completa en pocos años. Habló de una transformación que podría tomar décadas. En ese sentido, algunos especialistas consideran que juzgar el proyecto como un fracaso es prematuro.

Roberto Romero, consultor en medios inmersivos, opina que la verdadera consolidación del metaverso podría llegar en la década de 2030, cuando la tecnología sea lo suficientemente madura como para reemplazar al teléfono móvil. “Llegará un momento en el que no necesitaremos pantallas en la mano, porque habrá dispositivos capaces de entender todo lo que nos rodea y de integrarse a nuestra percepción del mundo”, explica.

Desde esta óptica, el metaverso no estaría en su final, sino en una etapa de transición, ajustándose a las realidades del mercado, a las limitaciones tecnológicas actuales y al auge imparable de la inteligencia artificial.

¿Punto muerto o pausa estratégica?

Cuatro años después del gran anuncio, el metaverso ya no es la promesa deslumbrante que dominaba titulares y presentaciones corporativas. Sin embargo, tampoco ha desaparecido. Ha cambiado de forma, de ritmo y de prioridad. Meta y otras grandes tecnológicas parecen apostar ahora por un avance más gradual, menos grandilocuente y más integrado a la vida cotidiana.

El metaverso, lejos de ser un proyecto acabado, podría estar simplemente esperando el momento adecuado para volver a ocupar el centro del escenario tecnológico.

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