Lo que antes parecía un argumento de ciencia ficción ya es una realidad palpable: China inauguró esta semana los primeros Juegos Mundiales de Robots Humanoides, un evento inédito que reunió a cientos de androides provenientes de 16 países y que tiene como objetivo proyectar el poderío tecnológico y la capacidad innovadora del gigante asiático.
La cita tuvo lugar en el Anillo Nacional de Patinaje de Velocidad de Pekín, una instalación icónica de los Juegos Olímpicos de Invierno 2022, que en esta ocasión se transformó en el escenario de pruebas tan diversas como sorprendentes.
Los robots compitieron en disciplinas deportivas como atletismo, baloncesto y fútbol sala, pero también en desafíos especializados, entre ellos demostraciones de kung-fu, clasificación de medicamentos y tareas de precisión industrial.
Entre la torpeza y el asombro tecnológico
El espectáculo dejó ver tanto los avances como las limitaciones actuales de la robótica humanoide. Un partido de fútbol sala, por ejemplo, se convirtió en una sucesión de caídas y movimientos descoordinados que provocaron sonrisas en el público, pero que también recordaron que esta tecnología aún está en desarrollo.
No obstante, en la pista de atletismo se vivió uno de los momentos más impactantes del evento: un androide fabricado por la empresa Unitree completó una carrera de 1.500 metros en tan solo 6 minutos, 29 segundos y 37 centésimas, demostrando que la velocidad, la resistencia y la programación de movimientos están alcanzando niveles cada vez más competitivos.
Un paso clave en la estrategia tecnológica de China
Según la Federación Internacional de Robótica, los humanoides ocupan un lugar central en la estrategia nacional de innovación tecnológica impulsada por el gobierno chino. El país ya lidera el mercado mundial de robótica industrial y, con una inversión multimillonaria en inteligencia artificial y automatización, busca posicionarse como referente absoluto en el desarrollo de androides para usos industriales, médicos, educativos e incluso domésticos.
El evento no solo fue una vitrina tecnológica, sino también un mensaje político y económico: China quiere marcar el ritmo de la revolución robótica mundial, fomentando la cooperación y, al mismo tiempo, la competencia entre países para acelerar el progreso en este sector clave.