“Sufro mentalmente. Me siento muy solo en la vida ahora mismo”, expresó Zverev con voz quebrada durante la conferencia de prensa posterior al encuentro, donde expuso un nivel de vulnerabilidad pocas veces visto entre deportistas de élite.
A sus 28 años, Zverev viene de alcanzar la final del Abierto de Australia y de obtener buenos resultados en la gira previa sobre césped. Sin embargo, aseguró que ni los triunfos recientes, como en Stuttgart o Halle, logran sacarlo del estado de vacío emocional en el que se encuentra.
“Incluso cuando gano, no siento alegría. Es la primera vez que me pasa en la vida. Me cuesta encontrar motivación. Siento un vacío que no tiene que ver solo con el tenis. Es algo general”, relató, visiblemente afectado.
Más allá del deporte
Zverev dejó en claro que sus palabras no buscaban excusas por la derrota ni restarle mérito a su rival: “Arthur mereció ganar. Esto no tiene nada que ver con el partido. Es algo que siento desde hace meses”.
La sinceridad del alemán reabrió el debate sobre la salud mental en el deporte profesional, una conversación que en los últimos años han impulsado figuras como Naomi Osaka o Simone Biles. Su testimonio refleja cómo el éxito deportivo no siempre garantiza bienestar emocional, y cómo la presión constante puede afectar incluso en los momentos de mayor reconocimiento profesional.
Un llamado de atención
Zverev no ofreció soluciones ni estrategias claras para salir de su situación actual, pero sí reconoció que está “intentando encontrar maneras” de superar este difícil momento. Su reflexión final, cargada de honestidad, dejó una huella:
“Nunca me había sentido tan vacío. No tengo las respuestas en este momento”.
Con este testimonio, el alemán no solo evidenció el peso emocional que carga un tenista de élite, sino también la importancia de visibilizar las luchas internas que muchos atletas enfrentan en silencio.