Salman Rushdie, perseguido durante décadas porque su obra ‘Los versos satánicos’ fue considerada blasfema en algunos países musulmanes, ha sido atacado por un hombre de 24 años llamado Hadi Matar, que se encuentra detenido.
El estado de salud de Rushdie, que cumplió 75 años en julio, es grave. Su agente, Andrew Wylie, ha comentado que las noticias no son buenas, ya que está conectado a un respirador. “Es probable que Salman pierda un ojo; los nervios de su brazo están seccionados y su hígado muy dañado”, tal como ha informado desde ‘The New York Times’ Juliana Barbassa.
El escritor fue evacuado en helicóptero, mientras que el agresor, un hombre joven de tez oscura vestido con una camiseta, era arrestado en el acto. Algunos medios adelantaron que se trata de Hadi Matar, de 24 años y residente en Nueva Jersey. En el ataque también ha sufrido heridas leves en la cabeza la persona que iba a entrevistar a Salman Rushdie.
La existencia de lesiones de arma blanca la había adelantado a ‘The New York Times’ la endocrino Rita Landman, una de las personas que atendió con urgencia a Rushdie en el lugar de los hechos. De acuerdo con su testimonio, tenía varias heridas, una en el cuello, se encontraba tumbado en un charco de sangre y parecía estar vivo porque otras personas percibían que tenía pulso.
Según testigos citados por la prensa estadounidense, Rushdie fue apuñalado “repetidas veces, con intensidad”, a las 11 de la mañana, cuando el evento estaba a punto de comenzar. Stacey Losse, presente en el auditorio, ha precisado a AP que fue apuñalado “de seis a ocho veces”. Otra testigo, Valerie Haskell, ha relatado a la misma agencia que hasta una veintena de personas subieron de inmediato al escenario y lograron contener al agresor. Al mismo tiempo, algunos médicos que estaban entre el público atendían al escritor hasta la llegada de los servicios de emergencia.
“Un agente de la policía estatal se puso de pie y salvó su vida, lo protegió a él y al moderador”, ha señalado Kathy Hochul, gobernadora de Nueva York. La conversación en la que iba a participar Rushdie formaba parte del ciclo de conferencias de la Institución Chautauqua, que cada verano organiza una serie de encuentros con algunas de las personas más relevantes del mundo en los terrenos de la cultura, el arte, la ciencia y la política.
Quien asesine a Rushdie es acreedor de una recompensa de tres millones de dólares (2,9 millones de euros) ofrecida por el Gobierno de la República Islámica de Irán en 1989 y aumentada en 2016. El botín por la cabeza del escritor es consecuencia de la sentencia de muerte emitida contra él por “blasfemia” por el entonces líder máximo de Irán, el ayatolá Jomeini.
El motivo, la obra Los versos satánicos. Uno de los traductores de la novela fue asesinado por fanáticos musulmanes, y la mayor parte de las editoriales que publicaron el libro ocultaron su nombre de la portada por temor a sufrir atentados terroristas.
Rushdie se convirtió, así, en un prófugo del islamismo internacional durante varios años, en los que vivió bajo la protección de los servicios secretos británicos (a los que volvió locos en repetidas ocasiones por su propensión a ligar). Hace cinco años, el escritor declaraba a EL MUNDO que “el Nobel jamás va a cruzarse en mi camino… por lo que todos sabemos”, en referencia a la condena de muerte de Irán. El máximo líder de ese país, el ayatolá Alí Jamenei, ha reiterado que la pena contra Rushdie sigue en vigor.
Desde la publicación de Los versos satánicos Salman Rushdie se ha visto obligado a vivir en la clandestinidad o protegido por guardaespaldas. Paradoja de las paradojas, quien iba a entrevistarle es Henry Reese, el fundador de Ciudad de Asilo en Pittsburgh, una organización que da refugio a artistas e intelectuales perseguidos en todo el mundo.
Aunque no se conocen las motivaciones del presunto agresor, resulta imposible no pensar en la condena a muerte de Teherán, que convirtió a Rushdie en un símbolo de la libertad de expresión y pensamiento de las democracias liberales.
Si se confirmara el carácter religioso de la acción, podría tener consecuencias políticas y estratégicas dado que en este momento EEUU e Irán están negociando un tratado nuclear para que la República Islámica renuncie a la fabricación de bombas atómicas durante varias décadas. Un acuerdo similar ya fue alcanzado en 2015, pero Donald Trump lo rompió dos años y medio más tarde, lo que permitió a Irán volver a entrar en la carrera atómica.